24/12/11

POR UNA NUEVA NATIVIDAD


“La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, es un tiempo saturado de ‘ahoras’ –continuum de la historia”. Dice Walter Benjamín llamando a mirar críticamente nuestra historia, porque “articular históricamente el pasado no significa conocerlo como ‘el de hecho fue’. Significa apropiarse de una reminiscencia, tal como ella relampaguea en el momento del peligro.”
“(...) El peligro amenaza tanto la existencia de la tradición como los que la reciben. Para ambos, el peligro es el mismo: entregarse a las clases dominantes, con sus instrumentos. En cada época, es preciso arrancar la tradición al conformismo, que quiere apoderarse de ella.”
Pero es preciso distinguir entre la Tradición como principios de cualquier pueblo de la humanidad, de la “tradición” que se impone y se inculca por los dominantes hasta naturalizarse siendo incorporada y objetivada usurpando el lugar de los legados de los pueblos, de la humanidad. Una tradición usurpadora que naturalizada es conformista. Una tradición donde ni nuestros muertos están en seguridad, porque ese conformismo los condena al olvido.
Benjamín grita en cuanto escapa y resiste, en su pasaje de fronteras, de las imposiciones arbitrarias, del autoritarismo y del militarismo. Pide arrancar los legados de la humanidad de la anestesia y de la amnesia en que han sido sumergidos. El llama y muestra otra forma de mirar para el tiempo “en un ahora”, en el cotidiano, para poder encontrar y despertar del pasado, de nuestros pasado “las centellas de la esperanza”.
“Y ese enemigo no ha cesado de vencer” desde la imposición de un dios sol, o del robo por decreto imperial de un pesebre de la historia de un pueblo y su rebeldía condenada en una cruz, hasta los sofisticados pinos y nieve artificial del comercio y consumismo de Papa Noel. Marasmo y conformismo de la historia impuesta y que petrificada se conmemora.
Pero hay fuegos como centellas de esperanza de una reminiscencia que relampaguea… Es una forma de “salvar el pasado en el presente” y en el encontrarnos nosotros mismos. Benjamín pide rememorar y hacer esa otra historia de personas inquietas, de rebeldes, locas, brujas, desadaptadas, bandoleras e indignadas…
Es la “realización posible de esa realización anterior, que podría haberse perdido para siempre, que aun puede perderse si no la descubrimos, inscrita en las líneas de lo actual.” Son centellas de esperanza, reminiscencias que relampaguean como soles de media noche. Serán nuestros pasos abriendo las nuevas alamedas, de nuevos nacimientos, de nuevos alumbramientos, de una nueva natividad… Es poder entender y decir como aquel escrito del padre Lopera en una villa miseria de desplazados en Barranquilla, que “CUANDO EL PUEBLO DESCUBRA SU OPRESOR SERÁ NAVIDAD…!!!”

Mauricio J. Avilez A.

POR UMA NOVA NATIVIDADE


“A história é objeto de uma construção cujo lugar não é o tempo homogêneo e vazio, mas um tempo saturado de ‘agoras’ -continuum da história”. Diz Walter Benjamin chamando a olhar criticamente nossa história, porque “articular historicamente o passado não significa conhecê-lo como ‘ele de fato foi’. Significa apropriar-se de uma reminiscência, tal como ela relampeja no momento de um perigo.”

“(...) O perigo ameaça tanto a existência da tradição como os que a recebem. Para ambos, o perigo é o mesmo: entregar-se às classes dominantes, com seu instrumento. Em cada época, é preciso arrancar a tradição ao conformismo, que quer apoderar-se dela.”

Mas é preciso distinguir entre a Tradição como princípios de qualquer povo da humanidade, da “tradição” que se impõe e se inculca pelos que dominam até se naturalizar sendo incorporada e objetivada usurpando o lugar dos legados dos povos, da humanidade. Uma tradição usurpadora que naturalizada é conformista. Uma tradição onde nem nossos mortos estão em segurança, porque esse conformismo os condena ao esquecimento.

Benjamin grita em quanto escapa e resiste em sua passagem de fronteiras das imposições arbitrarias, do autoritarismo e do militarismo. Pede arrancar os legados da humanidade da anestesia e a amnésia em que têm sido submergidos. Ele chama e mostra outra forma de olhar para o tempo “em um agora,” no cotidiano, para poder encontrar e despertar do passado, de nosso passado “as centelhas da esperança.”

“E esse inimigo não tem cessado de vencer” desde a imposição de um deus sol, ou do roubo por decreto imperial de uma manjedoura da historia de um povo e sua rebeldia condenada em uma cruz, até os sofisticados pinheiros e neve artificial do comercio e consumismo de Papai Noel. Marasmo e conformismo da historia imposta e que petrificada se comemora.

Mas há faíscas como centelhas da esperança de uma reminiscência que relampeja... É uma forma de “salvar o passado no presente” e em ele encontrar a nós mesmos. Benjamin pede rememorar e fazer essa outra historia de pessoas inquietas, de rebeldes, locas, bruxas, dês-adaptadas, bandidas e indignadas...

É a “realização possível dessa realização anterior, que poderia ter-se perdido para sempre, que ainda pode se perder se não a descobrimos, inscritas nas linhas do atual.” São centelhas de esperança, reminiscência que relampeja como tochas de media noite,. Serão nossos passos abrindo as novas alamedas, de novos nascimentos, de novos alumbramentos, de uma nova natividade... É poder entender e dizer como aquele escrito do padre Lopera em uma Vila miséria de refugiados na cidade de Barranquilla, que “QUANDO O POVO DESCUBRA SEU OPRESSOR SERÁ NATAL...!!!”

Mauricio J. Avilez A.

17/2/11

SOLO ES EL SALADO, SOLO...


A 11 años de la cruel masacre del Salado en Colombia, doy una poesía para sentir, para la indignación y la solidaridad... No podemos olvidar. No podemos dejar que se oculte la verdad. No podemos dejar que se tergiverse la memoria y se niegue la justicia.

SOLO ES EL SALADO, SOLO...

Para qué contar?
el miedo enmudece
para qué detalles?
el terror no recuerda
solo pasos perdidos
olores de muerte
gritos que denuncian
dolores silenciados...

El tiempo,
agonizante avanza
no quiere ver más
el viento,
fuerte arremete
para no respirar...
solo es el vacío
deambulando suspendido
solo es la muerte y sus hijos
solo es el Salado, solo
de sangre seca
de cuerpos mutilados
de evidencia pétrea
de horrores imborrables

Es febrero 19
del año 2000
es tiempo agonizante
que impune avanza
es viento que no respira
olores de muerte
y solo es el vacío de pasos perdidos
solo es la muerte y sus hijos
solo es el Salado, solo...

Del día 15 al día 20 de febrero de 2000 en el pueblo del Salado, en Colombia, fue cometida una terrible masacre por parte de los mercenarios (paramiliares) del gobierno, con el apoyo de la fuerza pública colombiana. Eran más de 400 mercenarios con el apoyo directo de las fuerzas militares y de algunos políticos. Asesinaron a más de 60 personas (61 es la versión oficial) entre mujeres y hombres, niños y niñas y personas ancianas.
Muchas mujeres fueron violadas y horrendamente torturadas; muchos hombres fueron torturtados. A cada media hora una de esas persona era asesinada. Los paramilitares llenos de sevicia desmesurada hiceron fiesta encima de los muertos y obligaron a las mujeres a danzar desnudas. Una niña murió de sed. Prohibieron recoger los cuerpos de los asesinados que habían sido cortados a pedazos. Todas las personas que estaban en el pueblo fueron obligadas a precensiar y padecer esas macabras y escalofriantes escenas.
Los cerdos atraídos por el olor de la sangre se comían los cuerpos mutilados. Los paramilitares hacían fiesta y se burlaban del dolor de todas los habitantes del Salado. El ejercito, la policía y la infantería de la marina no dejaba que nadie saliera y que nadie entrara para ayudar.
Dijeron mintiendo que había enfrentamientos entre los mercenarios paramilitares y la guerrilla de las FARC. Prohibieron a los familiares, a la Cruz Roja Internacional, a los organismos humanitarios y a los medios de comunicación entrar hasta que la barbarie no fue consumada.
Para justificar la masacre dijeron que los habitantes del Salado eran todos guerrilleros. Las verdaderas intenciones hoy son claras: querían las tierras para los poderosos, para explorar y explotar petróleo y gas; para apoderarse de los lugares donde hay yacimientos minerales, para crear monocultivos de palma aceitera.
Aun hoy, 11 años despues hay impunidad y no se permite conocer la verdad. Todavía sus habitantes estan desplazados por la violencia, pocos consiguieron volver y sus líderes hasta se tuvieron que exiliar del país.

MAURICIO J. AVILEZ A.
Poeta y teologo
Investigador del CEIS

29/1/11

UM BATUQUE PELO HAITI

Alguém poderia acreditar, tamanhos fatos que nem sequer davam para serem imaginados: o melhor exército do mundo, um exército imperial, derrotado de forma tão tosca por um punhado de famintos, vestidos com farrapos, mal armados, andando descalços, que não sabiam nada de Versalhes, que nem sequer acreditavam no deus cristão, e pior ainda, que nem pessoas chegaram a ser. Por que todos esses seres, não eram mais que uma turma de escravos rebeldes.

A notícia se espalhou à velocidade que permitia a modernidade do estreado século XIX. Chegava nos galeões que arribavam nos portos do mundo europeu e da ainda nascente América. Alguns cheios de ouro, prata e matérias primas exploradas nas colônias americanas. Outros com suas bodegas esvaziando-se ao descarregar negros africanos escravizados e mais armas, mais munições e mais algozes para manter a disciplina das produtivas colônias.

Com medo algumas pessoas contavam as notícias, outras com tremor as escutavam. Eram as notícias trazidas do caloroso caribe. Era verdade: o grande exército de Napoleão, somente comparável com as legiões romanas, o mesmo exército que passeava imbatível e imperial por todos os cantos da Europa, havia sido derrotado na colônia francesa, da ilha do caribe, pelos escravos rebeldes. Foi uma notícia alarmante, de causar pavor e arrepios na pele. Esses escravizados eram uns seres tão bestas que podiam ser capazes do pior, até de render o exercito napoleônico.

Os sinos da Europa toda e das classes governantes crioulas da América batiam alarmadas, sobretudo no novo país anglo-saxão, ao norte do rio bravo. Eram notícias que semeavam medo neles e os levavam a pensar em medidas para conter semelhante afronta e evitar que outras colônias seguissem seus maus exemplos. Ademais, os Estados Unidos olhava com muita ambição-gulosa todas essas ilhas, que eram “frutas prontas para madurar” e eles tinham estômagos insaciáveis para engolir-las e ainda querer mais.

A notícia era escutada de forma dissimulada e contada adiante pelos escravos e as novas classes sociais oprimidas nas colônias americanas. Era verdade, diziam, discutiam, animavam-se, contrariavam-se e sonhavam. Um povo se tinha enchido de coragem e valentia para levantar-se e enfrentar até vencer ou morrer a seus opressores. Tinham poucas armas, poucos apetrechos e pouca comida, poderiam ser mortos nas mãos desses europeus chacineiros sanguinários, afirmavam alguns contrariando. Mas, diziam outros entusiasmados, já estavam todas essas pessoas mortas em suas vidas de escravidão. E todos concluíam: lutaram mortas com a morte para voltar à vida.

Esses escravos da ilha francesa haviam feito o que eles ainda não tinham conseguido. Haviam dado o exemplo e mostrado que era possível libertar-se do colonialismo e da escravidão para ser povos livres. Agora libertar-se não era sonho de aventureiros e ilusionistas sem responsabilidade. Agora libertar-se era um sonho possível de ser concretizado, que poderia ser repetido pelos demais povos explorados. Um sonho pelo qual valeria a pena arriscar-se. Uma luta em que poderiam perder e ter que morrer como já estavam. Ou em um lutar para vencer e viver como poderiam conquistar. estav vencer ou morrer, como j

Na ex-colônia francesa das Antilhas, seguindo os passos de rebelião do Mackandal, o grande houngan (sacerdote), pessoa poderosa no vodu e agraciada pelos iwas (espíritos) e o bondje (o bom deus), todas as pessoas escravizadas haviam levantado para lutar. O tinham feito quando ficaram sabendo que no culto do sèvis guine (serviço africano), mais conhecido como vodu, na cerimônia Bwa kayiman (Bois caïman), no mês de agosto do ano de 1791 o iwa de Ezili Dantor, governanta que dirige toda a capacidade criadora, as esferas femininas e a fertilidade, se havia feito presente. Era o sinal que esperavam, a luta tinha a promessa da vitória anunciada.

Isso foi o que registraram as notícias: em 1 de janeiro de 1804 os escravos da ex-colônia francesa antilhana tinham derrotado o exército de Napoleão. Haviam libertado seu território lutando como ninguém o tinha feito. Sua nova pátria foi batizada com o nome que lhe deram milenarmente os indígenas Taino que moravam aí, para dizer que era um lugar montanhoso: Haiti.

Mas, o corajoso e valente exemplo de dignidade os levou a serem condenados por todas as potências do mundo. A França ainda não perdoa a afronta contra seu imperador e seu glorioso exército. Os países sob a potestade do catolicismo romano condenaram o país que nascia com essa religião estranha chamada vodu. Os Estados Unidos e a Inglaterra castigaram a ousadia do novo país livre, dos escravos que se libertaram na rebelião com sua luta.

O país ianque considerou que por “direito próprio” as terras e os habitantes eram seus. Os ianques se consideravam os sabedores do direito, das liberdades e da democracia, conceitos supostamente alheios ao recém nascido Haiti. Onde se teria visto um país de negros que se achavam livres, se perguntavam.

Não os deixaram governar. Não permitiram seu desenvolvimento econômico e relações comerciais justas. Até o mesmo Simon Bolívar os esqueceu, não lembrou toda a ajuda que lhe prestaram quando ele fugia derrotado, sem combatentes e falido. Desestabilizaram seus governos. Sabotaram sua economia.

Aos 100 anos, como presente pelos tamanhos feitos do jovem Haiti, foram intervindos pelos Estados Unidos com seus marines. Os que fizeram resistência foram pregados em forma de cruz nas portas, como aconteceu com o líder guerrilheiro Charlemagne Peralté.

Os impérios querem apagar da história o fato de terem sido humilhados pelo povo mais humilde que havia desde então. O Haiti que com dignidade e na procura de construir sua autodeterminação, lutou por construir sua liberdade. Os impérios querem apagar a historia do Haiti e até parece que querem apagar ao próprio Haiti.

Os ianques mantiveram sua ocupação por 30 anos, até que prepararam um exército haitiano servil aos seus interesses para que fizesse o trabalho sujo e não deixasse em risco sua cruel exploração econômica. Participaram da ditadura de François Duvalier, o Papa Doc, e o apoiaram por mais de 14 anos. Ajudaram a que se tergiversasse a religião do povo, o vodu, para não ser mais uma expressão permanente da liberdade. Apoiaram como ditador o filho de Duvalier, a Jean Claude, o Baby Doc, por mais 15 anos de terror.

Quando o povo tentou lembrar, tentou fazer memória e levou à presidência um líder da teologia da libertação, o Jean Bertrand Aristide, não o deixaram governar, o exilaram do país e fizeram uma nova ditadura. Aristide só pode regressar ao final dos 5 anos do seu mandato como presidente. Como um circo orquestrado. Mas o povo que não esqueceu e guardou silenciosamente isso em sua memória, quando quis fazer sua própria historia, levando pela segunda vez o seu líder Aristide à presidência, os Estados Unidos voltaram a fazer-lhes uma ditadura. Agora o exilaram de forma indefinida na África do Sul.

Em 2010 quando houve um tremor de terra, pela precariedade das moradias em que viviam as pessoas, mais de 200 mil morreram. Os marines ianques como um ato seguido da tragédia invadiram tomando a capital Porto Príncipe e seu aeroporto. Um ano depois os escombros das cidades destruídas ainda estão sem ser recolhidos. Ainda há muitas pessoas desaparecidas e milhares de haitianas e haitianos sem ter onde viver. Milhares e milhares morrem de cólera sem ter assistência medica básica, enquanto muitas agências “humanitárias” e de “cooperação” recebem muito dinheiro por sua causa.

Nas eleições presidenciais de novembro passado o partido de Aristide não teve garantias para participar. Após 2 meses de terem acontecido as eleições ainda não se sabe os resultados dos escrutínios, que foram cuidados pelos observadores da OEA, dos Estados Unidos e da França. Em 16 de janeiro sob os cuidados da França e dos Estados Unidos, voltou amigavelmente o ditador Jean Claude Duvalier, o Baby Doc, sem que ninguém o processe por seus crimes.

As forças de “paz” da ONU, compostas pelos soldados chilenos, treinados por Pinochet, e os soldados do Brasil “ame-o ou deixe-o”, reprimem os protestos estudantis nas universidades e nos setores populares, enquanto dão segurança para Baby Doc. O governo do Haiti, marionete dos Estados Unidos e da França, não deixa voltar o líder que o povo pede, Jean Bertrand Aristide.

É por isso que a historia do Haiti é uma corrente interminável de ditaduras e conspirações, de sangue e exploração, de terror e morte. É por isso que esse povo de mais de 8 milhões de habitantes, com mais do 80% vivendo na miséria e na indigência, deveria voltar ao batuque dos tambores, pedir permissão a Papá Legba e convocar a iwa Ogou, a iwa Ezili Dantor, convocar a seu antepassado o grande houngan Mackandal, para perguntar-lhes como relata o escritor cubano Alejo Carpentier:

Yenvalo moin Papá! / Moin pas mangé q´m bambó / Yanvalou, Papá, yanvalou moin! / Ou vlai moin lave chaudier, / Yenvalo moin? (Terei que seguir lavando as caldeiras? / Terei que seguir comendo bambus? / Oh, Pai, meu Pai, / quanto tempo é o caminho! / Oh, Pai, meu Pai, / quanto tempo é o penar?)

Escutam-se os tambores. Um batuque por Haiti. Talvez já seja o tempo de um novo culto do sèvis guine, da cerimônia Bwa kayiman. De ser abençoados pela iwa Ezili Dantor.

Mauricio J. Avilez A.

Teólogo e Poeta

Defensor de Direitos Humanos colombiano em exílio

Pesquisador do CEIS

UN TAMBOR POR HAITI

Alguien lo podría creer, tamaños hechos que ni siquiera daban para ser imaginados: el mejor ejército del mundo, un ejército imperial, derrotado de forma tan tosca por un puñado de hambrientos, vestidos con andrajos, mal armados, andando descalzos, que no sabían nada de Versalles, que ni siquiera creían en el dios cristiano, y peor aun, que ni personas llegaban a ser. Porque todos esos seres, no eran más que un grupo de esclavos rebeldes.

La noticia se regó a la velocidad que lo permitía la modernidad del estrenado siglo XIX. Llegaba en los galeones que arribaban en los puertos del mundo europeo y de la aun naciente América. Algunos llenos de oro, plata y materias primas explotadas en las colonias americanas. Otros con sus bodegas vaciándose al descargar negros africanos esclavizados y más armas, más municiones y más verdugos para mantener la disciplina de las productivas colonias.

Con miedo algunas personas contaban las noticias, otras con temor las escuchaban. Eran las noticias traídas del caluroso caribe. Era verdad: el grande ejército de Napoleón, solamente comparable con las legiones romanas, el mismo ejército que paseaba imbatible e imperioso por todos los lados de Europa, había sido derrotado en la colonia francesa, de la isla del caribe, por los esclavos rebeldes. Fue una noticia alarmante, de causar pavor y escalofríos en la piel. Esos esclavos eran seres tan bestiales que podían ser capaces de lo peor, hasta de rendir el ejército napoleónico.

Las campanas de Europa toda y las de la clases gobernantes criollas de América tocaban alarmadas, sobre todo en el nuevo país anglo-sajón, al norte del río bravo. Eran noticias que sembraban miedo en ellos y los llevaba a pensar en tomar medidas para contener semejante afronta y evitar que otras colonias siguiesen sus malos ejemplos. Además, los Estados Unidos miraba con mucha ambición-golosa todas esas islas, que eran “frutas listas para madurar” y ellos tenían estómagos insaciables para tragarlas y aun querer más.

La noticia era escuchada de forma disimulada y era contada después por los esclavos y las nuevas clases sociales oprimidas en las colonias americanas. Era verdad, decían, discutían, se animaban, se contrariaban y soñaban. Un pueblo se había llenado de coraje y valentía para levantarse y enfrentar hasta vencer o morir a sus opresores. Tenían pocas armas, pocas municiones y poca comida, pudieron ser muertos en las manos de esos europeos sanguinarios, afirmaban algunos contrariando. Pero decían otros entusiasmados, ya estaban todas esas personas muertas en sus vidas de esclavitud. Y todos concluían: lucharon muertas con la muerte para volver a la vida.

Esos esclavos de la isla francesa hicieron lo que ellos aun no habían conseguido. Habían dado el ejemplo y mostrado que era posible liberarse del colonialismo y de la esclavitud para ser pueblos libres. Ahora liberarse no era sueño de aventureros e ilusionistas sin responsabilidad. Ahora liberarse era un sueño posible de ser concretizado, que podría ser repetido por los demás pueblos explotados. Un sueño por el cual valdría la pena arriesgarse. Una lucha en la que podían perder y tener que morir como ya estaban. O un luchar para vencer y vivir como lo podrían conquistar.

En la excolonia francesa de las antillas, siguiendo los pasos de rebelión de Mackandal, el grande houngan (sacerdote), persona poderosa en el vudú y agraciado por los Loas (espíritus) y el Bondye (buen dios), todas las personas esclavizadas se habían levantado para luchar. Lo habían hecho cuando supieron que en el culto del sèvis guine (servicio africano), más conocido como vudú, en la ceremonia Bwa Kayiman (Bois Cayman), en el mes de agosto del año de 1791, el Loa de Ezili Dantor, gobernanta que dirige toda la capacidad creadora, las esferas femeninas y la fertilidad, se había hecho presente. Era la señal que esperaban, la lucha tenía la promesa de la victoria anunciada.

Eso fue lo que registraron las noticias: el 1 de enero de 1804 los esclavos de la excolonia francesa antillana habían derrotado el ejército de Napoleón. Habían liberado su territorio luchando como nadie lo había hecho. Su nueva patria fue bautizada con el nombre que le dieron milenariamente los indígenas Taino que vivían ahí, para decir que era un lugar montañoso: Haití.

Pero el corajoso y valiente ejemplo de dignidad los llevo a ser condenados por todas las potencias del mundo. Francia aun no perdona la afronta contra su emperador y su glorioso ejército. Los países bajo la potestad del catolicismo romano condenaron el país que nacía con esa religión extraña llamada vudú. Los Estados Unidos e Inglaterra castigaron la osadía del nuevo país libre, de los esclavos que se liberaban en la rebelión con su lucha.

El país Yankee considero que por “derecho propio” las tierras y los habitantes eran suyos. Los Yankees se consideraban los sabios del derecho, de las libertades y de la democracia, conceptos supuestamente ajenos al recién nacido Haití. Donde se había visto un país de negros que se creen libres, se preguntaban.

No los dejaron gobernar. No permitieron su desarrollo económico y de relaciones comerciales justas. Desestabilizaron sus gobiernos. Sabotearon su economía. Hasta el mismo Simón Bolívar los olvido, no recordó toda la ayuda que le prestaron cuando él huía derrotado, sen combatientes y arruinado.

A los 100 años, como presente por los semejantes hechos del joven Haití, fueron “intervenidos” por los Estados Unidos con sus marines. Los que hicieron resistencia fueron clavados en forma de cruz en las puertas, como aconteció con el líder guerrillero Charlemagne Peralté.

Los imperios quieren borrar de la historia el hecho de haber sido humillados por el pueblo más humilde que había desde ese entonces. Haití que con dignidad y en la procura de construir su autodeterminación, lucho por construir su libertad. Los imperios quieren borrar al propio Haití.

Los yankees mantuvieron su ocupación por 30 años, hasta que prepararon un ejército haitiano servil a sus intereses para que hicieran el trabajo sucio y no dejaran en riesgo su cruel explotación económica. Participaron de la dictadura de François Duvalier, o Papa Doc, y lo apoyaron por más de 14 años. Ayudaron a que se tergiversará la religión del pueblo, el vudú, para no ser más una expresión permanente de libertad. Apoyaron como dictador al hijo de Duvalier, a Jean Claude, el Baby Doc, por más de 15 años de terror.

Cuando el pueblo intento recordar, intento hacer memoria y llevo a la presidencia un líder de la teología de la liberación, Jean Bertrand Aristide, no lo dejaron gobernar, lo exiliaron del país e hicieron una nueva dictadura. Aristide solo pudo regresar al final de los 5 años de su mandato como presidente. Como un circo orquestado. Pero el pueblo que no olvidó y guardó silenciosamente eso en la memoria, cuando quiso hacer su propia historia, llevando por la segunda vez a su líder Aristide a la presidencia, los Estados Unidos volvieron a hacerles una dictadura. Ahora lo exiliaron de forma indefinida en África del Sur.

En el 2010 cuando hubo un temblor de tierra, por la precariedad de las edificaciones en que vivían las personas, más de 200 mil murieron. Los marines yankees, como un acto seguido de la tragedia, invadieron tomando la capital, Puerto Príncipe y su aeropuerto. Un año después los escombros de las ciudades aun están sin ser recogidos. Aun hay muchas personas desaparecidas y millares de haitianas y haitianos que no tienen donde vivir. Millares y millares mueren de cólera sin tener asistencia médica básica, en cuanto muchas agencias “humanitarias” y de “cooperación” reciben mucho dinero por su causa.

En las elecciones presidenciales de noviembre pasado, el partido de Aristide no tuvo garantías para participar. Después de 2 meses de haber acontecido las elecciones aun no se saben los resultados de los escrutinios, que fueron cuidados por los observadores de la OEA, de los Estados Unidos y de Francia. El 16 de enero bajo los cuidados de Francia y de los Estados Unidos, volvió amigablemente el dictador Jean Claude Duvalier, el Baby Doc, sin que nadie lo procese por sus crímenes.

Las fuerzas de “paz” de la ONU, compuestas por los soldados chilenos, entrenados por Pinochet y los soldados del Brasil “ameló o déjelo”, reprimen las protestas estudiantiles en las universidades y en los sectores populares, en cuanto dan seguridad para Baby Doc. El gobierno de Haití, marioneta de los Estados Unidos y de Francia no dejan volver al líder que el pueblo pide, Jean Bertrand Aristide.

Es por eso que la historia de Haití es una cadena interminable de dictaduras y conspiraciones, de sangre y explotación, de terror y muerte. Es por eso que ese pueblo de más de 8 millones de habitantes, con más del 80% viviendo en la miseria y en la indigencia, debería volver a sus tambores, pedir permiso al loa Papa Legba y convocar al loa Ogou, al loa Ezili Dantor, convocar a su antepasado, el grande houngan Mackandal, para preguntarles como lo relata el escritor cubano Alejo Campentier:

Yenvalo moin Papá! / Moin pas mangé q´m bambó / Yanvalou, Papá, yanvalou moin! / Ou vlai moin lave chaudier, / Yenvalo moin? (Tendré que seguir lavando las calderas ?/ Tendré que seguir comiendo bambúes ?/ Oh, padre, mi padre, cuán largo es el camino! / Oh, padre, mi padre, cuán largo es el penar!

Se escuchan los tambores. Un tamboreo por Haití. Tal vez ya sea el tiempo de un nuevo culto do sèvis guine, de la ceremonia Bwa Kayiman. De ser bendecidos por el loa Ezili Dantor.

Mauricio J. Avilez A.

Teólogo y Poeta

Defensor de Derechos Humanos colombiano en exilio

Investigador del CEIS

16/1/11

PASSOS E OLHARES PARA NOVOS TEMPOS


Seus olhos olhavam de forma tranquila e calma, neles não havia medo, não havia temor, mas tampouco tinham raiva nem rancor. Olhavam serenos, olhavam como procurando no profundo, como procurando a essência nos olhos dessas pessoas a sua frente. Olhava-as nos olhos com um olhar de quem já viveu muito e de quem já viu muito e sabe que ainda tem muitas coisas para olhar, para viver e para contar.

Seu olhar era um olhar da tranquilidade, de quem já viu passar a escura noite e de quem viveu sem ter que arrepender-se das decisões tomadas e dos atos feitos. Por que nas decisões e nos atos havia e ainda há muitas razões justas. Tranquilidade da paz e da dignidade por ter respondido ao dever histórico de seu tempo nas circunstâncias em que foi possível. Tranquilidade que lhe permite olhar sem medos e sem remorsos, de quem olha de forma serena e profunda. Um olhar que de quem procura olhar e ser olhada.

A sua frente, eles a esperavam e faziam as saudações correspondentes sem alterar-se: sérios, calados, disciplinados e pulcramente limpos. Estavam milimetricamente alinhados, vestidos para festa, como para honrar e cumprir. Entretanto, ela passava, talvez nunca os teve tão perto de sua mão e talvez nunca antes, eles haviam pensado que a teriam dessa forma. No fundo da grande praça a orquestra fazia soar com força as rítmicas melodias marciais, a música preparada para essa ocasião.

Espaço de tragédias e comédias, vindo do passado, pedindo não serem esquecidas, como se fosse teatro grego modernizado, de caras e caretas representando pessoas-personagens. Parecia que aí só existiram ela e eles, que somente eles e ela estavam no ato. Há quase 40 anos eles quiseram fazê-la acreditar que só existiam eles e ela, que nos porões trágicos era ela e eram eles.

Agora, outros tempos. Os choques elétricos, o pau de arara, as palmatórias, a quebra de dentes, o espancar até deixar à beira da morte por hemorragias, não estão na ordem do dia. Agora nos outros tempos, já não é legal torturar em nome de uma falsa “ordem” e de uma falácia de “progresso”. Agora há outro olhar, que pede outros olhares, é outra a musica, outro o cenário e outras as vestes de vestiduras e investiduras. Claro está.

Ela não tinha pressa no seu caminhar, fazia passos curtos com sempre fez, mas eram passos firmes de quem sabe o que quer. Agora o tempo caminhava a seu favor. De repente deteve seu andar, - isso não esta no protocolo, pensou mais de uma pessoa; mas ela se deteve. Visivelmente algo mais importante que o protocolo e que a rígida disciplina a movia. Seu andar mudou o sentido e ela virou a sua esquerda. Seus passos se fizeram rápidos - e imagino- seus olhos brilhavam como em seus anos de brios e de juventude.

A sua frente, em suas mãos, em seus lábios, beijada por ela, estava a bandeira da nação. Mais que respeito, um gesto de afeto e de muito sentimento. Um gesto de alguém que já deu tudo, até a vida praticamente, por esse símbolo. Mas agora esse pano verde-amarelo, feito de milhões de pessoas, que mais que “suor e lágrimas” são esperança e sonhos, lhe deu esse novo momento para reconhecer sua coragem de quem sobreviveu, de quem calou e fechou os punhos, de quem mentiu para defender verdades, de quem resistiu e voltou a lutar.

Era primeiro de janeiro, lembro nitidamente. A tarde já começava a anunciar sua despedida. Ela digna-senhora, mulher-coragem, guerreira-vencedora, caminhava com esse olhar. Nela e com ela eu e muitas, muitas pessoas mais como eu caminhávamos e olhávamos além do vivido, além do sentido, além do sofrido, além de tantas outras coisas, com seus olhos e seus passos.

Se anunciam agora esses outros tempos e poder-se-iam construir esses outros novos tempos. Agora é o momento para que as memórias submetidas, soterradas, subterrâneas, possam ser escutadas. É o momento em que aquelas pessoas que tiveram que ficar caladas poderão tomar a palavra: para que contem, sinalem, mostrem e possam perguntar: onde estão? Porque o fizeram? Que se conte, que se responda e que possam surgir as verdades.

Se anunciam esses outros tempos, onde as memórias dos diferentes setores da nação possam debater e dialogar. Onde se possa construir uma outra memória nacional e não aquela memória imposta pela força, aquela dos “milagres brasileiros”. Agora poder-se-iam construir esses outros novos tempos onde existirão direitos à memória e à verdade.

Ela seguia caminhando com seu olhar e seus passos. Ela senhora presidente Dilma Rouseff como comandante suprema das Forças Armadas, aquela mesma menina que cheia de valentia e coragem tomou as armas perante a ditadura como uma dos Palmares.

Como representantes das Forças Armadas, eles, honrando e manifestando respeito a àquela que caminhava, autoridade, chefe da nação. Eles senhores das armas da guerra ou da paz, aqueles que poderiam participar dos novos tempos, abrindo os arquivos e contanto onde estão.

Com seus passos e seu olhar esses outros tempos são anunciados. As pessoas como eu, que sofreram repressão, que foram torturadas, silenciadas, arbitrariamente encarceradas, que foram ameaçadas, caminharam e olharam com ela procurando novos tempos. Dos outros tempos, muito foi lembrado. Sentimentos emergiram sendo resignificados.

Reparo social, diz minha querida companheira de luta e futuro, com seu olhar sociológico e sensível. Eu sorrio e digo: é sim. E com minha militância de direitos humanos acrescento: são os tempos para que esta sociedade sare suas feridas.

Mauricio J. Avilez A,

Teólogo e poeta.

Em 15 de janeiro de 2011

Foto: Gustavo Miranda/O Globo