29/1/11

UN TAMBOR POR HAITI

Alguien lo podría creer, tamaños hechos que ni siquiera daban para ser imaginados: el mejor ejército del mundo, un ejército imperial, derrotado de forma tan tosca por un puñado de hambrientos, vestidos con andrajos, mal armados, andando descalzos, que no sabían nada de Versalles, que ni siquiera creían en el dios cristiano, y peor aun, que ni personas llegaban a ser. Porque todos esos seres, no eran más que un grupo de esclavos rebeldes.

La noticia se regó a la velocidad que lo permitía la modernidad del estrenado siglo XIX. Llegaba en los galeones que arribaban en los puertos del mundo europeo y de la aun naciente América. Algunos llenos de oro, plata y materias primas explotadas en las colonias americanas. Otros con sus bodegas vaciándose al descargar negros africanos esclavizados y más armas, más municiones y más verdugos para mantener la disciplina de las productivas colonias.

Con miedo algunas personas contaban las noticias, otras con temor las escuchaban. Eran las noticias traídas del caluroso caribe. Era verdad: el grande ejército de Napoleón, solamente comparable con las legiones romanas, el mismo ejército que paseaba imbatible e imperioso por todos los lados de Europa, había sido derrotado en la colonia francesa, de la isla del caribe, por los esclavos rebeldes. Fue una noticia alarmante, de causar pavor y escalofríos en la piel. Esos esclavos eran seres tan bestiales que podían ser capaces de lo peor, hasta de rendir el ejército napoleónico.

Las campanas de Europa toda y las de la clases gobernantes criollas de América tocaban alarmadas, sobre todo en el nuevo país anglo-sajón, al norte del río bravo. Eran noticias que sembraban miedo en ellos y los llevaba a pensar en tomar medidas para contener semejante afronta y evitar que otras colonias siguiesen sus malos ejemplos. Además, los Estados Unidos miraba con mucha ambición-golosa todas esas islas, que eran “frutas listas para madurar” y ellos tenían estómagos insaciables para tragarlas y aun querer más.

La noticia era escuchada de forma disimulada y era contada después por los esclavos y las nuevas clases sociales oprimidas en las colonias americanas. Era verdad, decían, discutían, se animaban, se contrariaban y soñaban. Un pueblo se había llenado de coraje y valentía para levantarse y enfrentar hasta vencer o morir a sus opresores. Tenían pocas armas, pocas municiones y poca comida, pudieron ser muertos en las manos de esos europeos sanguinarios, afirmaban algunos contrariando. Pero decían otros entusiasmados, ya estaban todas esas personas muertas en sus vidas de esclavitud. Y todos concluían: lucharon muertas con la muerte para volver a la vida.

Esos esclavos de la isla francesa hicieron lo que ellos aun no habían conseguido. Habían dado el ejemplo y mostrado que era posible liberarse del colonialismo y de la esclavitud para ser pueblos libres. Ahora liberarse no era sueño de aventureros e ilusionistas sin responsabilidad. Ahora liberarse era un sueño posible de ser concretizado, que podría ser repetido por los demás pueblos explotados. Un sueño por el cual valdría la pena arriesgarse. Una lucha en la que podían perder y tener que morir como ya estaban. O un luchar para vencer y vivir como lo podrían conquistar.

En la excolonia francesa de las antillas, siguiendo los pasos de rebelión de Mackandal, el grande houngan (sacerdote), persona poderosa en el vudú y agraciado por los Loas (espíritus) y el Bondye (buen dios), todas las personas esclavizadas se habían levantado para luchar. Lo habían hecho cuando supieron que en el culto del sèvis guine (servicio africano), más conocido como vudú, en la ceremonia Bwa Kayiman (Bois Cayman), en el mes de agosto del año de 1791, el Loa de Ezili Dantor, gobernanta que dirige toda la capacidad creadora, las esferas femeninas y la fertilidad, se había hecho presente. Era la señal que esperaban, la lucha tenía la promesa de la victoria anunciada.

Eso fue lo que registraron las noticias: el 1 de enero de 1804 los esclavos de la excolonia francesa antillana habían derrotado el ejército de Napoleón. Habían liberado su territorio luchando como nadie lo había hecho. Su nueva patria fue bautizada con el nombre que le dieron milenariamente los indígenas Taino que vivían ahí, para decir que era un lugar montañoso: Haití.

Pero el corajoso y valiente ejemplo de dignidad los llevo a ser condenados por todas las potencias del mundo. Francia aun no perdona la afronta contra su emperador y su glorioso ejército. Los países bajo la potestad del catolicismo romano condenaron el país que nacía con esa religión extraña llamada vudú. Los Estados Unidos e Inglaterra castigaron la osadía del nuevo país libre, de los esclavos que se liberaban en la rebelión con su lucha.

El país Yankee considero que por “derecho propio” las tierras y los habitantes eran suyos. Los Yankees se consideraban los sabios del derecho, de las libertades y de la democracia, conceptos supuestamente ajenos al recién nacido Haití. Donde se había visto un país de negros que se creen libres, se preguntaban.

No los dejaron gobernar. No permitieron su desarrollo económico y de relaciones comerciales justas. Desestabilizaron sus gobiernos. Sabotearon su economía. Hasta el mismo Simón Bolívar los olvido, no recordó toda la ayuda que le prestaron cuando él huía derrotado, sen combatientes y arruinado.

A los 100 años, como presente por los semejantes hechos del joven Haití, fueron “intervenidos” por los Estados Unidos con sus marines. Los que hicieron resistencia fueron clavados en forma de cruz en las puertas, como aconteció con el líder guerrillero Charlemagne Peralté.

Los imperios quieren borrar de la historia el hecho de haber sido humillados por el pueblo más humilde que había desde ese entonces. Haití que con dignidad y en la procura de construir su autodeterminación, lucho por construir su libertad. Los imperios quieren borrar al propio Haití.

Los yankees mantuvieron su ocupación por 30 años, hasta que prepararon un ejército haitiano servil a sus intereses para que hicieran el trabajo sucio y no dejaran en riesgo su cruel explotación económica. Participaron de la dictadura de François Duvalier, o Papa Doc, y lo apoyaron por más de 14 años. Ayudaron a que se tergiversará la religión del pueblo, el vudú, para no ser más una expresión permanente de libertad. Apoyaron como dictador al hijo de Duvalier, a Jean Claude, el Baby Doc, por más de 15 años de terror.

Cuando el pueblo intento recordar, intento hacer memoria y llevo a la presidencia un líder de la teología de la liberación, Jean Bertrand Aristide, no lo dejaron gobernar, lo exiliaron del país e hicieron una nueva dictadura. Aristide solo pudo regresar al final de los 5 años de su mandato como presidente. Como un circo orquestado. Pero el pueblo que no olvidó y guardó silenciosamente eso en la memoria, cuando quiso hacer su propia historia, llevando por la segunda vez a su líder Aristide a la presidencia, los Estados Unidos volvieron a hacerles una dictadura. Ahora lo exiliaron de forma indefinida en África del Sur.

En el 2010 cuando hubo un temblor de tierra, por la precariedad de las edificaciones en que vivían las personas, más de 200 mil murieron. Los marines yankees, como un acto seguido de la tragedia, invadieron tomando la capital, Puerto Príncipe y su aeropuerto. Un año después los escombros de las ciudades aun están sin ser recogidos. Aun hay muchas personas desaparecidas y millares de haitianas y haitianos que no tienen donde vivir. Millares y millares mueren de cólera sin tener asistencia médica básica, en cuanto muchas agencias “humanitarias” y de “cooperación” reciben mucho dinero por su causa.

En las elecciones presidenciales de noviembre pasado, el partido de Aristide no tuvo garantías para participar. Después de 2 meses de haber acontecido las elecciones aun no se saben los resultados de los escrutinios, que fueron cuidados por los observadores de la OEA, de los Estados Unidos y de Francia. El 16 de enero bajo los cuidados de Francia y de los Estados Unidos, volvió amigablemente el dictador Jean Claude Duvalier, el Baby Doc, sin que nadie lo procese por sus crímenes.

Las fuerzas de “paz” de la ONU, compuestas por los soldados chilenos, entrenados por Pinochet y los soldados del Brasil “ameló o déjelo”, reprimen las protestas estudiantiles en las universidades y en los sectores populares, en cuanto dan seguridad para Baby Doc. El gobierno de Haití, marioneta de los Estados Unidos y de Francia no dejan volver al líder que el pueblo pide, Jean Bertrand Aristide.

Es por eso que la historia de Haití es una cadena interminable de dictaduras y conspiraciones, de sangre y explotación, de terror y muerte. Es por eso que ese pueblo de más de 8 millones de habitantes, con más del 80% viviendo en la miseria y en la indigencia, debería volver a sus tambores, pedir permiso al loa Papa Legba y convocar al loa Ogou, al loa Ezili Dantor, convocar a su antepasado, el grande houngan Mackandal, para preguntarles como lo relata el escritor cubano Alejo Campentier:

Yenvalo moin Papá! / Moin pas mangé q´m bambó / Yanvalou, Papá, yanvalou moin! / Ou vlai moin lave chaudier, / Yenvalo moin? (Tendré que seguir lavando las calderas ?/ Tendré que seguir comiendo bambúes ?/ Oh, padre, mi padre, cuán largo es el camino! / Oh, padre, mi padre, cuán largo es el penar!

Se escuchan los tambores. Un tamboreo por Haití. Tal vez ya sea el tiempo de un nuevo culto do sèvis guine, de la ceremonia Bwa Kayiman. De ser bendecidos por el loa Ezili Dantor.

Mauricio J. Avilez A.

Teólogo y Poeta

Defensor de Derechos Humanos colombiano en exilio

Investigador del CEIS

3 comentarios:

  1. UN escrito parecido a una loa de redención por el pueblo de Haití, realmente toca la fibra, y muestra cual ha sido la causa histórica de la desgracia de este pueblo, el pueblo mas emblemático de la libertad en América. Te felicito Mau...ye eres tan grande como los grandes que siempre hemos admirado.

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  2. Felicidades es un texto que logra dejar una fuerte emociòn de dolor por el sufrimiento de este pueblo hermano, toda profundamente la sensibilidad del lector y ayuda a no olvidar.
    Zuleima.

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